En medio de una alocada semana, en medio de los suburbios del enorme Buenos Aires. Ahí estaba, esperando el subte. ¿Cómo podía ser que no le guste alguien más? Eso era prácticamente imposible. Siempre había alguien en su cabeza. Siempre.
Esta vez nadie superaba sus expectativas, o tal vez ya había aprendido lo suficiente como para no enamorarse tan rápido. Que aterrador sonaba eso. ¿Sola? Nunca había estado sola. Un mensaje llegó a su Whatsapp: "Hola linda, cómo estás?". Otra vez alguien a las puertas.
Decidió tomarse un tiempo para ella, para conocerse un poco más. Para amarse un poco más. Porque ¿cómo podía dar amor si no sabía lo que era valorarse a si misma? Basta basta, pensaba una y otra vez cuando volvían los recuerdos. Eso de sentirse segura, protegida bajo el calor de sus brazos. Ver series, películas, vídeos ridículos en internet, lo que sea pero con el. Solo con el, ese que tiene muchas caras. Porque muchos fueron los que la hicieron sentir así.
Soledad se llamaba. Acertado nombre para una mujer que nunca podía estar sola. Adicta a la compañía. Ahora empezaba la aventura de reencontrarse otra vez. Adentrarse en algo que le daba tanto miedo pero que hacía tanto bien.
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